Me dicen que hace años que te has muerto
y yo apenas me lo creo.
Será que vives en el cielo,
porque a él vuela la mirada que te busca,
encontrando, en cambio, el amparo
de una nube ocasional,
de un aguacero.
Acaso me consuelas con un soplo
del paisaje diverso que ahora habitas;
aquel donde por fin nos comprendemos.
Atravieso distancias y te toco
en un gesto repetido
hasta el agobio:
Si estás ahí, cómo saberlo?
Saber de qué manera participas
del trabajo del sol y de las hojas,
de este desorden de pájaros,
del ciclo renovado de las cosas;
si contiene un alma inmortal
tu voz y tus deseos
tus pequeñas orejas
tus manos pecosas
tu inmensidad de ojos
tu recuerdo de mí
Inspirar profundo es trocar la infinitud
en tu imagen:
invierno en la montaña
su viento irrepetible
su pregunta imposible.
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